Después de llevar una vida volando, una vida que no sabía cuánto había durado, allí estaba, posada, entre el desconcierto y la impotencia, con las alas replegadas sobre el cuerpo. No podía volverlas a abrir, no entendía por qué razón pasaba eso. No lo conseguía, era como si estuviesen soldadas, pero ella sabía que no lo estaban. Eran sus alas, sus alas de siempre, las que siempre la habían mantenido rasgando el aire, deslizándose entre nube. Sólo que nunca había aprendido a abrirlas, porque siempre se habían desplegado ellas solas, porque le daba la impresión de que toda su vida habían estado desplegadas.
Pasó mucho tiempo así, tal vez años, quién sabe, sin conseguir resucitar sus alas. De qué servía, se preguntaba el pájaro, si ya no podía volar, que era su principal propósito en la vida. ¿De qué servimos cuando no podemos volar? En principio, pensó, podemos servir para aprender a volar de nuevo.
Aún así, era imposible. Sabía de sobra que ya lo había intentado, y no lo consiguió. Con el tiempo fue perdiendo la esperanza, y dejó de absorber luz. Se tornó en un negro abrillantado que la hizo igual a la mayoría de las águilas oscuras.
Un buen día apareció alguien, o eso pensaba el animal. Realmente no lo sabía, hacía tiempo que no sabía qué creer. Esa persona, si es que era real, agarró la punta de sus alas, y con un suave y ligero movimiento las abrió, de una vez y sin esfuerzo, con una sonrisa que inspiraba sabiduría, felicidad y cercanía. Justo en ese momento, la luz empezó a deslizarse otra vez dentro del ave. Él la agarró con las dos manos, y, con un ligero impulso, la expulsó hacia los cielos. Y voló.
Ahí estaba otra vez, con el aire dándole en sus agraciados ojos, viendo todo debajo de sí. En su nuevo primer vuelo pasó sobre un campo de trigo, y el aire que dejó tras de sí los agitó como si de un vendaval se tratase. Y allí, en la lejanía, estaba aquel que la “revivió”. Voló sin dudarlo hacia él, descendió en picado, y estiro su garra para apresar su dedo anular. Y así, los dos, ascendieron hasta que se perdieron en el azul del cielo.
I've defected...
2 comentarios:
Me gustó esta entrada, una buena utilización de esos "símbolos" que se te da tan bien manipular, para conformar esas historias que molan.
P.D. Vi parte del video, no es muy usual que lo haga y como detalle dejo que el guitarrista de los "espasmos" es zurdo jeje.
Saludos.
¿Tú eras el que creías que no tenias imaginación? jaja. Ahora dejando mi estupida ironía de lado, es bastante bonito esto que acabas de escribir, no se el porqué, pero me siento algo identificada, aunque aún trato de buscar quíen o el que me ensañe a volar de nuevo... No se en que te has inspirado, la verdad me pica mucho al curiosidad, pero si es cosecha de tu cerebro, Olée, porque como dice Jero:"Molan".
Gracias por despitarme cinco minutos
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