Aún así, confiamos en equivocarnos, en que las cosas se enderecen y nos hagan pensar que nos equivocamos.
Lo malo viene cuando no, cuando aún sin quererlo, tenemos razón. Cuando desearíamos que el reloj se andara hacia atrás, volver en nuestros pasos como el mismo tiempo en un capricho dimensional, y simplemente no salir de debajo de la manta.
Y aún así, de nadie más es la culpa en esos días profundos y oscuros, sino nuestra, al final.