Hace poco leía en el Facebook de un amigo un estado sobre por qué no trascendemos un poco de la fugacidad del día a día para maravillarnos con algo tan simple como la existencia. De primeras me pareció algo salido de una volada de THC, pero no dejaba de tener su sentido.
En fin, que siempre me he considerado una persona sensible para casi todo lo artístico, aunque nunca tanto como me gustaría. Por eso cuando tenemos la oportunidad de encontrarnos, aunque sea como meros espectadores, con alguien que desprende sensibilidad, profundidad, espíritu, en sí el momento se convierte en un disfrute.
Es por eso que dentro de mí algo se retuerce de puro placer, a la vez que de puro dolor. El placer de disfrutarlo, de dar un pequeño viaje interior en el alma o los símbolos de alguien, y el dolor de sentir que uno se queda a las puertas, que siempre hay alguien que está más allá, que va a profundizar más y a "sentir" más.
Por eso pienso, sin mucha preocupación, que aunque me siento completamente bien con mi sensibilidad, nunca seré tran profundo como lo es ella. Pero lo intentaré, lo prometo.
El hilo del tiempo - Teresa Correa