martes, 27 de octubre de 2009

Ficheros Del Olvido

    No entendió lo que pasaba. Sentía como si le hubieran pegado un puñetazo en el estómago. Esa misma sensación que se da cuando pensamos que no podemos enderezarnos del todo, porque vomitaremos todo lo que llevamos dentro, y además duele. Era algo parecido a eso. Aún se preguntaba por qué vino aquí, a hacer eso que debía hacer, si ya supuso de antemano que esto iba a pasar.

    Nunca es fácil enfrentarse con nuestros demonios. O mejor dicho, es tan difícil como nosotros busquemos ponerlo. Ni era la primera vez que lo hacía ni sería la última.
    Su demonio, esta vez, era un mirlo. Sí, un inocente e inofensivo pájaro, de aspecto agradable y por lo que parece, alegre, aunque de bastante mayor tamaño que lo normal, y con el pico más desarrollado.
    El problema - pensó - es que, como siempre, nada es lo que realmente es. La gente no se suele dar cuenta es que los mirlos y los cuervos se parecen, y la verdad, se planteó que éste fuera uno de esas aves de carroña disfrazada. A fin de cuentas la naturaleza ya se la había jugado varias veces
    Pero hay que admitir que lo tenía fácil, siendo sinceros. Arco, escopeta, pistola, lanza y ballesta. Era imposible fallar. O no. Hacía tiempo que el término imposible empezó a dejar de tener significado cuando tenía que ver con que algo saliera mal (y muy pocas, pero significativas, en cuanto a la bonanza).
 
    Siempre tuvo la sensación de que la suerte no le bendecía. Se planteaba en su cabeza: “poniéndonos estadísticos, tengo un 2% aproximado de no conseguir darle”. Sabía, a ciencia cierta, que si existía ese porcentaje de error, no acertaría, y el pájaro acabaría atacándole.

    Y sucedió de extraña forma. Las armas fueron cayendo una a una. La escopeta no disparaba cartuchos de perdigones, de alguna forma, el pájaro los tornó fraudulentos, al igual que las balas de pistola. El arco y la ballesta eran muy imprecisos por el fuerte viento que de un momento a otro acaeció, y fue cuestión de tiempo que se acabaran las flechas. Pero quedaba una última oportunidad, la lanza.
    Tras unos rápidos y elegantes movimientos, la lanza rozó al pájaro, lo suficiente como para herirlo superficialmente. Tras sentir una punzada, echó un ligero vistazo a su brazo. El final del ala derecha del águila que llevaba tatuada en la espalda y parte de los hombros asomaban bajo la manga, y justo en una de las plumas de tinta pudo ver un corte, sin duda hecho por el animal. Brotaba sangre, más roja que el color verdoso habitual, y respiró aliviado. Aunque de un momento a otro, el animal se elevó hasta una considerable altura, y emprendió una brutal caída que finiquitó en su estómago, para luego irse, esperando encontrarse con él otra vez.

    En el estado que se encontraba le costó enfocar la visión, pero pudo hacerlo lo suficiente para darse cuenta de que los ojos del pájaro eran puro ámbar. Ese era el rasgo, el que siempre se había repetido.

    Enfrentar los temores, los miedos y los sufrimientos nunca fue fácil, lo sabía muy bien, pero no iba a dejar de intentarlo, como no lo había hecho nunca. Sabía que merecía la pena, porque había alguien que siempre estaba con él y le daba fuerzas, como muchas veces y de otras muchas formas sentía que había estado. Ese, el alado, oscuro y magnífico acompañante de su espalda. Ese que en un futuro, se volvería real, de carne y hueso.



 And then, the past recedes...

  

miércoles, 14 de octubre de 2009

Evolucionismo

     Viviendo en la época en la que, para bien o para mal nos ha tocado vivir, uno, como aficionado al arte (en mayor o menor extensión) se para apenado a pensar en las cosas que se ha perdido. Fases de la historia tan emocionantes como el auge artístico de Kubrick o las grandísimas obras de Ford Coppola en el cine, el surrealismo e ingenio prácticamente post-humano de Dalí, o el movimiento grunge en la Seattle de los noventa acompañado de la evolución del rock y del metal hacen pensar hacia dónde se moverá ahora el mundo, artísticamente hablando.

     En fin, poniéndonos en situación, hoy hablaremos de una película que, desde mi punto de vista, ha roto moldes (y va a crear algunos nuevos): Distrito 9.



     Desde el momento en que tuve la oportunidad de disfrutar del teaser trailer me di cuenta de que lo que venía tenía pinta de ser muy interesante. El argumento se localiza en una situación que se desarrolla en nuestro supuesto planeta treinta años antes, y lo que eso supondrá. Una nave extraterrestre se asienta en el aire sobre la ciudad de, pese a lo que cabe esperar, Johannesburgo, en Sudáfrica. Sin noticias de que pase nada en la construcción volante, el humano en su incansable impulso por forzar y saquear, decide entrar a la nave por la fuerza, para encontrarse dentro una raza de alienígenas enfermos y desnutridos, que requieren de atención médica. De esa forma, los humanos y los “bichos”, conviven cierto tiempo hasta que el gobierno decide meterlos en un barrio marginal: el Distrito 9.
     Más adelante, Wikus Van De Merwe, protagonista del film, es encargado por una empresa, a dirigir una operación para trasladar a los extraterrestres. Y ahí comienza el desarrollo de la historia, que no desvelaré por si alguien no la ha visto y tiene intención.

     Cinematográficamente, la belleza de la cinta es notable. Todo se plantea en base a un documental que narra la historia de Wikus, en el que se nos va contando la historia y la situación derivada del Distrito 9 por medio de entrevistas a familiares y amigos, mientras que a la vez, vemos escenas fuera del documental, con un ritmo bastante rápido, que hace que sin darte cuenta te veas en la historia pidiendo el siguiente paso.

     Hay una variación bastante aceptable de la fotografía, y de los recursos que presenta: mientras que en momentos la cámara se porta al hombro del supuesto reportero (aportando naturalidad, un punto de vista en primera persona y cierto nerviosismo), se alterna con planos fijos, o en movimiento, cambiando a escenas más vistosas y amplias en momentos de acción. El trabajo de escenario es genial, viéndonos en medio de un campo de concentración con chabolas y basura, y en general, en la ciudad sudafricana, mezclado con un diseño que nos recuerda que estamos ante una película de ciencia-ficción, aunque a veces, por su elegancia y metáfora, cualquiera lo diría.

     Porque en parte, la importancia de Distrito 9 en el mundo del cine está en que, siendo ciudadanos informados y cabales, podremos darnos cuenta de que si se presentara la situación, es casi seguro que ocurriría así. Simplemente los “falsos” comentarios de la gente en las entrevistas del ficticio documental (“si fueran de aquí a lo mejor lo soportaría, pero tío, son de otro planeta”), o la forma que tiene el brazo armado de tratar a la raza, puede llegar a ponernos los pelos de punta, al extrapolarlos a otras situaciones, como cualquier genocidio.

     Por supuesto, no es una soberana obra del séptimo arte (a veces adolece faltas de fuerza en el guión que, pese a ser muy profundo, presenta un planteamiento que bien merecería prestar atención a temas que la película nos ofrece, aunque no aborda del todo), pero lo que es seguro es que estamos ante algo fresco dentro del cine, y sobre todo de la ciencia-ficción. Distrito 9 embellece el género, dándole seriedad y realismo, y, aunque tiene ciertos puntos negativos, merece ser recordada sobre muchas de sus compañeras de año. Soy de los que piensa que ya no se hace nada como antes (básicamente porque el mundo, con excepciones, parece que se está volviendo light... Prometo luchar contra eso xD), pero sin duda, se siguen dando pasos adelante. [7,7/10]

P.D: No soy dado a hacer críticas tan directamente, pero sinceramente, creo que ésta se lo merece. Lo bueno del cine es que la magia a veces no está solamente en las obras cumbres, sino, como en este caso, en producciones y direcciones nóveles. En fin, un saludo para todos (en especial a Abel, que me dice que le molan mis análisis, ¡gracias por eso!), espero que haya gustado y sobre todo que vean o hayan visto la película. ¡Hasta pronto!