sábado, 19 de septiembre de 2009

Redención

Sí, a veces es como caminar dentro de una ciudad medio arrasada. A veces me siento en su piel. Otras simplemente lo olvido, bien por esos rayos multicolor que forman imágenes en mis ojos, bien por la gente, que acaba convirtiéndose en mi “ginebra de la victoria”.

Muchas veces los veo, aunque desearía no verlos. La justicia, el amor y la abundancia, ordenes superiores a nuestra disposición que acaban truncados, violados, por negligentes movimientos que nadie aprecia, o que nadie comprende. Acaban tornándose en nuestra contra, convirtiéndose, irónicamente, en entes opuestos, figuras que arrasan, castigan y arrebatan, aunque sin perder su nombre original.

De alguna forma, aquí sentado sin nadie más, en ocasiones me siento observado, y que observo. Una vigilancia que se me antoja innecesaria, pero que a la vez demando, inconscientemente. Un ojo pasivo, una visión unidireccional, que yo dispongo, y, en el caso de que quisiera, yo destruyo. Pero no quiero. ¿O sí?

De pronto me encuentro allí, en mi propia isla del imperio de Oceanía, pegada a Eurasia. Un shock que viene de arriba me muestra casi por instinto al enemigo a mi lado, y aprieto los dientes. Pero me doy cuenta, tras enervarme en rabia y agresividad, de que no lo era. Lo asimilo cuando la punta de mi puñal estaba a centímetros de alcanzar su cuerpo, y razono con pesar cuántos, en mi situación, no han llegado a entenderlo, o lo han hecho ya con sangre ajena empañando la visión de sus manos.

Hoy, ahora, me siento en mi sillón, y mi mano se desplaza como con viva propia. Lo agarro, y mi pulgar golpea los botones automáticamente. Una alegoría melódica real, con malos, buenos y no tan buenos, víctimas y ganadores, se desliza ante mí a mediodía. Pero una sensación extraña me recorre, y con impotencia, mi corazón se acelera ansioso. No puedo distinguir quién hace de qué.
Y tras una sacudida mental, enfoco mi visión y sólo consigo ver en la pantalla la cara de un hombre, de penetrante y acusadora mirada, que me hace sentir yermo, turbio.

Así ocurre, así vivimos. A caballo entre dos mundos, uno real y el otro metafórico, en el que difícilmente sabemos qué es qué. En el que hasta las cosas más ciertas se transforman en duda. En el que dos más dos no tienen por qué ser exactamente cuatro.

Pero cuando todo estaba perdido, aparece la resistencia. Y aparece contigo, con nosotros. Un camino que no sabemos como acabará, pero que, al menos, es diferente.

Por eso, a veces me siento como él. Da igual cómo me llame, da igual de dónde sea. Porque en parte todos somos un poco Winston Smith. En parte, tal como somos humanos, y tal como hemos crecido, todos tendríamos que dudar de lo que está un escalón por encima. Incluso en esos momentos en los que, supuestamente, no deberíamos hacerlo.


P.D: Un verano corto que llega al final. Después de no sé si dos meses xD, volvemos a dar guerra por aquí con los más extraños delirios, esta vez en forma de ficticia "carta". La idea de esta entrada viene directamente de los documentales de Michael Moore: Farenheit 9/11 y Bowling For Columbine (de obligatorio visionado xD), de la increible novela 1984 de George Orwell, de la que probablemente hablaremos más adelante, y del genial último disco de Muse, The Resistance, que está practicamente dedicado a la distopía de Orwell. En fin, buen comienzo de curso para todos, y ¡hasta pronto!